martes, 17 de marzo de 2009

Cuidarnos... des-cuidarnos

Hola amigas y compañeras, hemos enviado a La Glorieta un nuevo artículo de Blanca y Radiante, os lo dejamos aquí para que lo leáis... ya nos contaréis qué os parece.

Las mujeres hemos sido, somos, las que hemos asumido el cuidado en todos sus aspectos, sobre todo en la familia: el cuidado de la casa, de mantener el espacio que habitamos limpio y confortable, el cuidado de la ropa, los objetos, el cuidado de la alimentación y todo lo que supone, el cuidado de las personas: las/os bebés, las personas enfermas de la casa, las ancianas... hemos dedicado más tiempo a educar, escuchar, a desarrollar habilidades como la comprensión, la empatía (ponerse en lugar de la otra persona), la ternura, muchas mujeres son el nexo de unión de su familia, el lazo de comunicación entre los/as hijos/as y los padres, las mediadoras...

Todo este abanico de conocimentos y capacidades ha sido y es poco valorado, menospreciado (tiene menos precio, vale menos?). Una mujer que se dedique a trabajar en su casa para su familia no tiene muchas compensaciones: económica ninguna, lo que la hace dependiente de la persona que trabaja fuera, que cambia su trabajo por dinero; tampoco hay muchas mujeres que sientan su trabajo reconocido ni en el ámbito familiar ni en el social, su presencia no se corresponde con la importancia real de su papel para el sostenimiento de la sociedad y la vida.

A algunas mujeres les queda la satisfacción personal de estar haciendo lo que quieren, lo que han decidido... aunque también puede ser que otras se hayan dejado llevar por lo que se esperaba de ellas, por un destino que estaba marcado desde mucho antes o también porque es muy difícil encontrar un trabajo remunerado, más para una mujer y más aún en un pueblo.

Si la mujer trabaja fuera de casa son muchos los casos en los que también tiene que asumir gran parte de las tareas relacionadas con el cuidado, por lo que parece que el papel de cuidadora tiene más que ver con el hecho de ser mujer que con el de trabajar dentro o fuera del ámbito doméstico.

A veces por el hecho de trabajar fuera de casa las mujeres no nos podemos hacer cargo del cuidado en toda su amplitud y complejidad, entonces es cuando somos más conscientes del valor de esta labor, cuando está pasando a profesionalizarse bien a manos del estado o directamente a empresas privadas (ayuda a domicilio, residencias de ancianos/as, guarderías, doulas (ayudan tras el parto, en los primeros días de la crianza realizando el papel que tradicionalmente hacía la madre de la mujer), personas que limpian domicilios, que cuidan niños/as, etc.

Imaginemos el caso de dos mujeres que se dedican a trabajar en su casa, por lo que no cobran ningún dinero. Estas mismas mujeres deciden trabajar una en casa de la otra... en este caso su trabajo sí tendría valor económico... ¿es que acaso no es el mismo trabajo?

Imaginemos ahora que este trabajo se reparte, que todas las personas que viven en la casa se hacen cargo del cuidado en el sentido que le hemos dado más arriba... sería bonito ¿no? Quizás así las mujeres tendrían más tiempo para dedicarlo a otras cosas, para avanzar, para crecer en otras direcciones también; quizás así los hombres comenzarían a percibir que los privilegios de los que gozan actualmente también les están impidiendo desarrollar otras facetas igualmente importantes y necesarias para ser personas completas, quizás de esta manera comencemos a romper de una vez con todas las desigualdades que empobrecen y oscurecen nuestras vidas.